La mirada sesgada sobre las pensiones

Joseba Permach Martín I Militante de Sortu, miembro de Iratzar Fundazioa

Mucho se está hablando últimamente de pensiones. En el Estado español se acaban de revalorizar las pensiones mientras suena el runruneo de una nueva reforma a petición de la UE. Por su parte, la primera ministra francesa, Elisabeth Borne, acaba de proponer elevar la edad de jubilación y los sindicatos anuncian sus primeras movilizaciones. Mientras, las tertulias se llenan de economistas y opinólogos sobre el tema…

Muchas noticias y voces, pero prácticamente un solo marco: tenemos un «problema» con las pensiones. Mediante este marco se nos ofrece un problema (la supuesta falta de viabilidad de las pensiones) y con ello una retahíla de soluciones, todas en la misma dirección: retrasar la edad de jubilación, contabilizar más años en el cálculo de las mismas, poner trabas a la valorización de las mismas, olvidarnos de las no contributivas, etc.

Ése es el marco impuesto por el establishment, como siempre en economía, presentado cual fenómeno de la naturaleza y del que es muy difícil escapar si no somos capaces de reenmarcar el debate en otros términos. El que enmarca, desenmarca, nos presenta una visión del problema (y las soluciones) desde un punto de vista concreto y este siempre deja al margen otras perspectivas de analizar el fenómeno y, por tanto, de dar otras soluciones al mismo. Me explico a continuación.

En primer lugar, voy a hacer referencia a una frase que mi ama (también es pensionista). Dice a menudo: «Menos la muerte casi todo tiene solución». Y con las pensiones pasa lo mismo; claro que tienen solución. Si no somos capaces de enmarcar las pensiones como el resultado concreto de una política económica, vamos a terminar pensando que hay una voluntad natural, divina y superior a nosotras, que va a determinar el futuro de las pensiones. Algo parecido al tsunami financiero de 2008. Pues no, resistámonos. El crack financiero de 2008 se debió a las políticas de desregulación del mercado inmobiliario y financiero y la situación actual de las pensiones se debe, entre otras cosas, a que el Partido Popular se gastó en la mencionada crisis los 60.000 millones de la hucha de las pensiones.

Es esta hucha la que nos da pie para poner en valor la política (las decisiones políticas) por encima de las supuestas leyes y tendencias naturales como las del envejecimiento de la población. Concretamente, y porque ya sabíamos que se iba a producir la gran jubilación (periodo de jubilación de la generación del baby boom), alguien con buen criterio (o buena política) decidió poner en marcha la hucha de las pensiones y otro alguien con mal criterio (o mala política) decidió gastarse esa hucha y acabar con un colchón social que había costado años y años acumular. Las pensiones, por tanto, son y serán consecuencia de políticas públicas concretas. Y si son y serán fruto de políticas concretas, claro que tienen solución, principalmente soluciones políticas. Fuera derrotismos y marcos que niegan las posibles soluciones. O abrimos el horizonte de las alternativas (políticas) o nuestra mirada estará coartada y menguada también en este ámbito.

En este sentido, creo que el debate de las pensiones se está dando no solo enmarcándolo como un problema sin solución, sino que lo observamos con un solo ojo mientras mantenemos el otro tapado. Cuando era pequeño llevé durante mucho tiempo un parche en el ojo, porque según el oculista tenía lo que se llamaba ojo vago. Es lo que ocurre también con el tema de las pensiones: quieren que cerremos un ojo y analicemos el tema sólo y a partir de un solo ojo. Me explico: ¿por qué se centran tanto en el envejecimiento de la población o en que ahora vivimos mucho más, mientras se esconde que las pensiones están íntimamente unidas a los contratos laborales? ¿Por qué se oculta (ojo tapado) que la precarización de las condiciones laborales (sobre todo entre los jóvenes) ha hecho que la cotización que pagan los empresarios a la Seguridad Social haya disminuido de forma muy importante? ¿Por qué se habla de las pensiones al margen de las reformas laborales? ¿Por qué no se ponen en cuestión las reformas laborales que desde 2011 hasta el día de hoy han hecho que los empleos sean más precarios, peor remunerados, más parciales, más discontinuos, etc. y que todo ello hace que los ingresos de las cotizaciones sociales disminuyan? Según un informe de la fundación Ipar Hegoa del sindicato LAB, en Hego Euskal Herria hay 402.400 personas empleadas con un sueldo inferior a 1.400 euros. ¿Siendo las cotizaciones a la seguridad social proporcionales al sueldo, nos hacemos la idea de lo que suponen unos sueldos tan bajos para los ingresos de las arcas públicas? ¿Cómo garantizar el futuro de las pensiones con unos sueldos y aportaciones empresariales tan bajos?

Por cierto, esa mirada vaga y de un solo ojo nos hace olvidar que durante décadas las mujeres no han trabajado fuera de casa y que por ello cobran las pensiones más pequeñas (no contributivas) y que ahora son ellas mayoritariamente las que ocupan esos empleos precarizados, parciales y mal remunerados. Si no se toman medidas políticas con este tema, en el futuro las mujeres seguirán teniendo pensiones mínimas pese a su incorporación al mercado laboral. Punto y aparte merecerían las miles de mujeres que cuidan a nuestras mayores. En la mayoría de los casos lo hacen sin contrato y, por tanto, si no lo remediamos carecerán en el futuro de pensión alguna. ¿Cuántas nuevas cotizantes se pueden ganar del reconocimiento de todas las trabajadoras no remuneradas en la actualidad? El género, por tanto, también nos exige afinar nuestra mirada en este campo.

Alguien dirá que subir los sueldos o las cotizaciones a la Seguridad Social sería poner en cuestión la viabilidad de las empresas por el encarecimiento de los costes de personal. Este tema se puede despachar de forma rápida y contundente: la participación de los sueldos en el PIB no ha hecho otra cosa que disminuir desde los años 80, mientras que la de los beneficios no hace más que aumentar. La mayoría de las empresas del IBEX 35 llevan años acumulando récord de beneficios (habiendo pasado una pandemia) mientras debatimos si hay o no dinero para las pensiones. Es un sinsentido. Basta ya de falsear el debate. Las cotizaciones a la Seguridad Social son ingresos fiscales que debieran de ayudar a crear una sociedad más justa, equitativa e igualitaria. Las empresas pueden y deben pagar más para garantizar el futuro de las pensiones.

Dicho todo lo anterior, habrá también quien dirá, y con razón, que no podemos evitar el factor del envejecimiento de la población y sus consecuencias (por cierto, un tema que también responde a decisiones políticas y que daría para otro largo artículo). Muy bien. Abramos el debate sobre la edad de jubilación, pero hagámoslo a la vez que abrimos, por ejemplo, el debate de la reducción de la jornada laboral. No es justo decir que en el último siglo las condiciones de vida han mejorado y que, por tanto, las personas podemos seguir trabajando con más de 65 años y olvidarnos que seguimos manteniendo la misma jornada laboral de hace cien años. Sí, ya ha pasado un siglo desde que la lucha sindical consiguiera la jornada laboral de 40 horas semanales. Y sí, la población ha cambiado mucho en el último siglo, pero el modo de producción y la tecnología también. ¿No hay condiciones materiales y tecnológicas para reducir la jornada laboral? ¿Qué pasaría si redujéramos la jornada laboral a 32 horas o cuatro días semanales? ¿Cuántos nuevos puestos de trabajo y, por tanto, cuantos nuevos cotizantes se podrían sumar para garantizar el futuro de las pensiones? He ahí otra posible solución para lo que únicamente se presenta como un problema sin solución o con una única y distorsionada solución. La reducción de la jornada laboral generaría miles de nuevos empleos y con ello miles de nuevos cotizantes. Se trata de abrir nuevos horizontes a una mirada que se nos presenta vaga y cuartada de forma permanente.

Así pues, hay que ponerse otras gafas también para analizar el tema de las pensiones. Como estamos viendo, este tema está relacionado directamente con la regulación del mercado laboral y con las reformas laborales que impone Madrid. Sí, impone he dicho. Tanto la mayoría sindical de este país como las fuerzas políticas mayoritarias de Hego Euskal Herria han rechazado dichas reformas, pero, sin embargo, se nos aplican. Y lo mismo ocurre con las reformas de las pensiones. El PNV ha vendido el concierto económico siempre como una panacea, pero lo cierto es que con el actual estatus político no podemos legislar ni en materia de empleo, ni en materia de pensiones. La falta de soberanía económica hace que Madrid decida por nosotras cuál es el SMI, los tipos de contratos, cuál es el marco de negociación colectiva, las cotizaciones a la seguridad social, los tipos de pensiones o la cuantía de las mismas… Como hemos dicho, mercado laboral y pensiones son dos caras de misma moneda (y la fábrica de timbre y moneda está en Madrid). Estamos atadas de pies y manos en uno de los temas más importantes para cualquier sociedad. De ello dependen las condiciones de trabajo remunerado (y con ello las pensiones) y, por tanto, las condiciones de vida de todas y cada una de las personas de nuestra comunidad y nuestro pueblo. La soberanía económica o cuando menos un marco vasco de relaciones laborales y prestaciones sociales es una necesidad imperiosa y urgente para este país y los debates estratégicos del mismo, incluido el de las pensiones.

Por tanto, menos derrotismo y visiones sesgadas y vagas con respecto al debate de las pensiones. El futuro de las pensiones se puede garantizar sin problema alguno. Como hemos visto, hay alternativas para ello. Es un problema de voluntad y de abrir debates: mayores sueldos, mayores cotizaciones patronales, contra-brecha de género, reducción de jornada laboral… Si se mantienen cerrados, es solo con el fin de seguir favoreciendo al IBEX 35 y a la gran patronal; una patronal que impuso la estatalización de los convenios y que se ha mostrado siempre en contra de un marco vasco de relaciones laborales y prestaciones sociales. ¿Por qué será?

P.D: No quisiera terminar este artículo sin mencionar al movimiento de pensionistas de Euskal Herria que acaba de cumplir cinco años en la calle peleando por unas pensiones dignas. Muchos de los pequeños pasos dados últimamente no se habrían dado sin su lucha y compromiso. Y sobre todo, han sido capaces de frenar una ola neoliberal que quiere acabar con una conquista social tan importante como la de las pensiones. Zorionak y un fuerte abrazo a cada uno y cada una de vosotras.

Sareetara

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